En la década infame.

(documentos inéditos sobre la primera represión militar y la decadencia social en la argentina)

jueves, 31 de octubre de 2013

INTRODUCCIÓN HISTÓRICA A LOS DOCUMENTOS





En la Década Infame
(documentos inéditos sobre la primera represión militar y la decadencia social en la argentina)

El poeta Carlos Mastronardi relata en sus Memorias de un provinciano haber sido testigo circunstancial de la entrega del poder por Hipólito Yrigoyen, al término de su primer mandato presidencial. Ese día de 1922 aconteció algo que hoy nos parece increíble, y de tal modo lo destaca el poeta. Los partidarios se quedaron en la Casa de Gobierno celebrando con Marcelo de Alvear, que asumía el cargo, mientras Yrigoyen partía caminando en compañía de algunos íntimos hacia su casa de la calle Brasil, en el barrio de Constitución.
Mastronardi recuerda que había asistido a la transmisión del mando invitado por un amigo periodista y que, como simple curioso, participó junto al caudillo de la solitaria caminata por las calles de Buenos Aires. Este hecho convocaría hoy a una legión de camarógrafos y reporteros acuciados por filmar esa escena que en el Buenos Aires de esos años pasó casi inadvertida por la prensa.
Uno quisiera saber qué calles tomaron para poder reconstruir imaginariamente ese peregrinaje de un ex presidente y su séquito de correligionarios por más de veinte cuadras entre carruajes, automóviles y tranvías. Nada menos que una figura de la talla de don Hipólito Yrigoyen (que en la perspectiva del tiempo, solo podría ser comparable con la de Juan Domingo Perón) retornando a su casa como un simple ciudadano después de gobernar por seis años, en los que no había decrecido su popularidad a pesar de haber sido criticado tanto por los conservadores como por los sindicatos, que en su gran mayoría eran de orientación anarquista. La tardía primicia editorial 10 Carlos Velazco la tuvo en 1957 el poeta de Luz de provincia, al recordar esa insólita caminata en su libro de memorias.
A Humberto Illia los militares no le dejaron terminar su mandato constitucional. Mariano Grondona, desde Primera Plana, y Bernardo Neustadt desde las páginas de la revista Todo, habían auspiciado el golpe. Illia fue intimado a renunciar a punta de pistola por el general Alsogaray. Como si se tratara de un intruso o de un subordinado. “En nombre de las Fuerzas Armadas, a quienes represento, le ordeno retirarse”. Esas fueron sus palabras. El arrogante general obvió aclararle que el ejército se había sublevado y que el presidente constitucional había dejado de ser el comandante de las Fuerzas Armadas.
De nada le valió a Illia haber destituido al general Pistarini, comandante en jefe del Ejército. Los tanques estaban aguardando afuera, pero no fue necesario emplear la violencia para que la Casa de gobierno se convirtiese en el cuartel general de los militares insurrectos.

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